lunes, 15 de julio de 2013

Cuento de Santiago


Tieso y sin poder moverme observo a mi alrededor. No sé que me está pasando, puedo sentir el sol del mediodía, escucho mis pensamientos y sé en qué rumbo quiero ir, pero mi cuerpo no me lo permite. Algo raro debe estar pasando, ya no puedo oír el cantar de los pájaros, que hasta hace un momento taladraban mis oídos. Poco a poco siento que la movilidad regresa a mí, junto con el cantar de aquellos animales, los cuales nunca me agradaron mucho, pero esta vez estoy feliz de oírlos.
Dejándolo pasar como un hecho aislado, continuo el camino hacia mi departamento, que tan solo estaba a unas pocas cuadras.
Al fin en casa, luego de un largo día de trabajo, pongo a calentar el agua para prepararme un té. En la espera de que la pava haga sonido indicando que el agua estaba en su punto justo,  me quedo en la ventana de la cocina, mirando como los niños juegan en la calle. Me saco los lentes y cierro mis ojos para darle un descanso a mi vista. La sensación es tan placentera que decido quedarme así un rato, pero al intentar incorporarme no puedo hacerlo. Al ser la segunda vez que esto me pasa, me quedo pensando que me está sucediendo, tal vez es por el estrés, alguna enfermedad, una maldición, no lo sé, pero no me puedo quedar así; tengo una vida, cosas por hacer, proyectos, una vida por delante, MI VIDA.
Me desperté exaltado, como todos los días,  exactamente 7:30 comienza a sonar ese pitido infernal, que no se detiene hasta que me levanto de la cama.
Como toda mañana me baño, me afeito, desayuno y salgo a trabajar.
Otra vez regresando del trabajo oigo el cantar de los pájaros, una y otra vez la misma melodía. El cantar de aquellos animalejos me trajo el recuerdo de lo que había pasado ayer y espero que no se repita hoy también. Ya en mi casa esperando a que el agua se caliente, no había nada fuera de lo común. Ahora que lo pienso, ayer no recuerdo lo que pasó luego de que me congelara, solamente amanecí en mi cama, parece como si ya no tuviera más el control. Hay veces que siento que mis días se repiten, como un déjà vu, no puedo dejar esta maldita rutina. Siempre el mismo trabajo, los mismos clientes, el mismo té, la misma película. Ahora que lo pienso, estoy lleno de DVDs, pero siempre veo la misma versión de Casablanca, siempre suelto lágrimas en las mismas partes. Nunca me sentí tan identificado con algo, pero lastimosamente eso soy, una película y hacen lo que quieren con “mi vida”, no me dejan ser mi propio dueño. Pero entonces… ¿Qué es la vida? Yo en definitiva estoy haciendo lo mismo con los actores en la película, los adelanto, los atraso, los pongo en pausa…

Ya no se qué pensar, tal vez todo ya está escrito, me siento un esclavo con un objetivo puntual, que… que!? La vida es una incógnita, nadie puede estar seguro de nada, excepto de una cosa, de que todos somos títeres y titiriteros, nadie lo puede evitar. 

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